Para que un cultivo salga adelante es necesario que se conjuguen muchos factores diferentes. La climatología es solo uno de ellos. Tan importante como este aspecto son las texturas del suelo, puesto que de ellas dependen cuestiones tan importantes como la capacidad de retención de agua y aire del terreno o la facilidad para trabajar el suelo.
¿Qué son exactamente las texturas del suelo?
El suelo está compuesto de diferentes partículas que se clasifican según su tamaño. Según este criterio, se habla de arena, de limo o de arcilla. La proporción de cada uno de ellos en el suelo es la que crea las diferentes texturas. Así, en líneas generales, se habla de suelos arenosos, limosos, francos o arcillosos. Medir esas texturas es esencial en agricultura.
Hay que tener en cuenta que la respuesta del suelo y las características de este van a depender en buena medida de las texturas. Estas pueden condicionar de manera decisiva aspectos como el tipo de cultivo adecuado, las necesidades hídricas del terreno, la aplicación de productos fertilizantes o fitosanitarios, etc.
Por ese motivo, el conocimiento de la composición del suelo debe ser lo más preciso posible. Existen técnicas de laboratorio realmente eficaces para conocer la proporción exacta de cada tipo de partícula en una parcela en concreto.
Texturas y humedad del suelo
Unos de los aspectos clave al hablar de texturas es el relacionado con la humedad y las necesidades de riego del terreno. Es importante tener en cuenta que el comportamiento del suelo en este sentido puede variar de manera decisiva. Así por ejemplo, el agua circula mucho mejor en suelos arenosos que en suelos arcillosos. Sin embargo, estos últimos tienen mayor poder de retención del agua.
A la hora de calcular la humedad en función del tipo de suelo entran en juego tres variables: por un lado, la capacidad de campo (cuando los poros están llenos de agua y el suelo drena libremente); por otro, el punto de marchitamiento (cuando las plantas tienen muchas dificultades para absorber el agua); y, finalmente, la humedad disponible (depende de los dos anteriores).
Teniendo en cuenta estos factores, la humedad en el suelo según las texturas puede variar notablemente según las características del terreno:
– En terrenos arenosos la humedad disponible se sitúa alrededor del 7 % (9 % en la capacidad de campo y 2% en el punto de marchitamiento).
– En el otro extremo, los terrenos francos alcanzan una humedad disponible de un 22 %, aproximadamente (34 % en capacidad de campo y alrededor del 12 % en el punto de marchitamiento.
– El terreno arcilloso se encuentra en un punto medio, con una humedad disponible de alrededor del 14 % (38 % en capacidad del campo y 34 % en el punto de marchitamiento).
Esas cifras varían ligeramente cuando se trata de un suelo que no tenga una textura perfectamente definida, como pueden ser un terreno arenoso-franco o franco-arcilloso. En esos casos, los niveles de la humedad disponible se sitúan entre el 10 % y el 20 %.
De cualquiera de las formas, incluso conociendo bien las texturas de los suelos, es importante controlar su comportamiento realizando mediciones de campo precisas que permitan ajustar tanto el riego como el nivel del agua o su conductividad.
En ese sentido, las nuevas tecnologías se han convertido en un gran aliado para la agricultura, facilitando el trabajo de campo y el control de los cultivos. Prismab te ofrece avanzados sensores para determinar con precisión desde la humedad a la conductividad del suelo, el punto de estrés del cultivo o el nivel de macronutrientes.
¿A qué otros aspectos afectan las texturas del suelo?
Las texturas del suelo no solo tienen un papel decisivo en el comportamiento del terreno frente a la humedad. También son determinantes en otros muchos aspectos. Entre ellos podrían destacarse algunos especialmente relevantes:
– Erosión: suelos limosos y arcillosos se erosionan con mayor facilidad.
– Oxigenación: es mayor en aquellos suelos con partículas más grandes que dejan espacio entre ellas, permitiendo una mayor fase gaseosa (arenosos).
– Materia orgánica: esta se descompone con más facilidad en suelos arenosos, dada su mayor oxigenación.
– Facilidad para trabajar: suelos arcillosos son más compactos, de modo que son también más difíciles de trabajar.
Las texturas del suelo, por lo tanto, tienen un impacto esencial en la agricultura. En base a ellas se deben elegir los cultivos, especialmente porque determinan tanto las propiedades hídricas como las necesidades de riego.